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La hoja de papel

Quiero que seas el mejor de los sueños - escribí -, que permanezcas conmigo siempre. Que puedas mostrar todo aquello en que creemos. Que acerques para nosotros los mundos olvidados tan cerca de este nuestro.

Mmm... que acerques... tan cerca... no, no. Miré por la ventana del hotel; Pratch estaba todavía en la playa, jugueteando con las olas.

Tengo unos ojos raros - continué tras borrar lo anterior -, que pueden verte. ¿Cómo serán las cosas que no puedo ver con ellos?

Ay, qué barbaridad. Otra vez me detuve. Tenía ganas de hacer algo bonito para regalárselo. Pero, ay, aquella tarde no parecía salirme nada decente. Me tropezaba con las palabras. Bueno, seguí:

Tienes unos ojos dulces, líquidos, como miel negra...

Inútil, inútil.

Con una tristeza poco común en mi hice de la hoja dos, cuatro, ocho hojas pequeñitas. Tomé otra, acordé que no era buena para deslizar tinta en ella y probé a hacerle dobleces. Saqué una ranita cuadrada un tanto simpática. Le pinté ojos y nariz y se la obsequié a Pratch cuando regresó.

Último día de estancia en Puerto Vallarta. Las mezquinas vacaciones cedidas después del curso de verano se terminaban. Pratch no había querido quedarse en casa; yo no había querido que se quedara. La habíamos pasado bien con los castillos de arena y las calles lindas y sombrías, empedradas, oscuramente mágicas, que trepaban al cerrito. Nadie tenía ganas de irse... Las inscripcionas a clases eran la semana entrante.

Este viaje me había dado la oportunidad de tropezarme, en una librería, con algo para mí insólito: otros libros y otros escritores de fantasía (hasta entonces mi tambaleante conocimiento estaba en el profesor Tolkien, y había repetido la lectura de sus libros con un deseo obsesivo, con una terrible voracidad por espadas y dragones). Y, al mismo tiempo, había algo en mis últimos escritos que me hacía dudar, algo que faltaba. No era exacamente una novata en estos asuntos, pero el nuevo reto se erguía delante de mí como una barrera indestructible. Había algo extraordinario en los acontecimientos de las últimas semanas, ¿verdad? Había, lo siento, pero no hay una palabra mejor, fantasía. Y de pronto había por ahí el ciclo de cuentos y aventuras en una tierra recién descubierta, y montones de planes para Pratch, un lugar en las historias, un lugar importante. Pero no me atrevía a empezar. Nomás imaginaba. Hacía tanto que no sacaba nada bueno en tinta... Los nuevos autores me deleitaron sobremanera, pero también me produjeron una punzadilla de dolor. Según estados de ánimo, me consolaban o desconsolaban. Tenía una hoja de papel vacía, y pocas esperanzas. Pero entre todo eso quedaba Pratch. Quizás podría hacerse algo, después de todo.

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